LA HISTORIA DE MOMO

 
“MOMO o la extraña historia de los ladrones de tiempo y de la niña que devolvió el tiempo a los hombres”.

 

Momo todavía nos sigue escuchando

 
 
 

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”El tiempo es un bien escaso y a nadie le sobra. Y hay que ser alguien en la vida, tener bienes propios y un nombre, un prestigio".

Ya en 1973 Michael Ende hizo una advertencia en su novela Momo: la sociedad iba por el camino equivocado.

Momo es una niña, sin hogar ni familia, que tiene una virtud maravillosa: saber escuchar y ofrecer su tiempo. Es la mejor amiga de los pequeños y a la vez fuente de inspiración y confianza para los adultos. Desde que Momo había llegado a aquella ciudad, los hombres contaban sus historias y los niños jugaban inventando cada vez. Es que Momo era capaz de escuchar el silencio, esa música callada que es preciso no le falte al alma.

Ende nos presenta una enorme crítica sólo con la cualidad de éste personaje: la de saber escuchar. Y así por medio de un personaje perfectamente delineado, se arma una trama real, existente, pero disfrazada de fantasía. Se abre al lector una historia en la que esta pequeña, se da cuenta que a los hombres les están robando su tiempo libre y con ello su imaginación e individualidad. Los culpables -en la historia- son unos hombrecillos grises y contaminantes, creados por la gente aburrida e inconforme, quienes han trastocado la posición de las cosas, haciendo de lo superfluo, importante y de lo importante, superfluo.

Los antagonistas de la historia representan aquello que imposibilita al ser humano a su perfección. Persiguen quitar a cada persona su tiempo libre, hacerles ver que éste no se puede perder en una conversación amable o una mirada atenta a las estrellas. Para los hombrecillos humeantes, el ocio no existe, al igual que la individualidad de cada persona. No es válido que cada cual busque su propia forma de plenitud o perfección.

En Momo este ideal lo desarrolla Beppo Barrendero, un hombre mayor que ha sabido perfeccionarse al realizar su trabajo (barrer) de la mejor forma.

A través de sus personajes y una aventura por la cual la protagonista visita el lugar de donde surge el tiempo, y con una serie de detalles fantásticos, Michael Ende nos conduce por una aventura que, a pesar de sus características de fábula, lo acercan a la realidad moderna y lo hacen identificarse en más de un momento con ella. No sólo da lugar para jugar o imaginar lugares inexistentes, sino también se abre la posibilidad de reflexionar "…al igual como tenéis ojos para ver la luz, oídos para oír los sonidos, tenéis un corazón para percibir, con él, el tiempo. Y todo el tiempo que no se percibe con el corazón está tan perdido como los colores del arco iris para un ciego o el canto de un pájaro para un sordo. Pero por desgracia, hay corazones ciegos y sordos que no perciben nada, a pesar de latir".

Momo, por ser un personaje tan peculiar, es convocada a despejar la grisedad, la opacidad del narcisismo en la cronicidad del presente sin pasado y sin futuro.

 

 

Michael Ende
Momo (fragmento)

" Le parecía estar encerrada en una caverna rodeada de riquezas incontables que se hacían cada vez mayores y amenazaban asfixiarla. Y no había salida. Nadie podía llegar hasta ella y ella no se podía hacer notar a nadie, tan aplastada estaba bajo una montaña de tiempo.
Incluso llegaron horas en que deseaba no haber oído nunca la música ni haber visto los colores. No obstante, si le hubiesen dado a elegir, no habría renunciado a ese recuerdo por nada del mundo. Aunque se hubiera muerto por ello. Pues eso era lo que vivía ahora: que hay riquezas que lo matan a uno si no puede compartirlas.
"