HOY SERÉ DUEÑO DE MIS EMOCIONES

 
 
 
 

Hoy seré dueño de mis emociones.  

 

Todos los días cuando despierto seguiré este plan de batalla antes de ser capturado por las fuerzas de la tristeza, de la autocompasión y del fracaso.  

Si me siento deprimido cantare.

Si me siento triste reiré.

Si me siento enfermo redoblare mi trabajo.

Si siento miedo me lanzare adelante.

Si me siento inferior vestiré ropas nuevas.

Si me siento inseguro levantare la voz.

Si siento pobreza pensare en la riqueza futura

Si me siento insignificante recordare mis metas.

Si me siento incompetente recordare éxitos del pasado.  

Pero si mi vanidad y orgullo se desbordan y corro el riesgo de convertirme en algo que no deseo, recordare…  

Si se apodera de mi la confianza excesiva recordare mis  fracasos.

Si me siento inclinado a entregarme con exceso a la buena vida, recordare hambres pasadas.

Si siento complacencia, recordare mis competidores.

Si disfruto de momentos de grandeza, recordare momentos de vergüenza.

Si me siento todopoderoso, procurare detener el viento.

Si alcanzo grandes riquezas, recordare una boca hambrienta.

Si me siento orgulloso en exceso, recordare un momento de debilidad.

Si pienso que mi habilidad no tiene igual, contemplare las estrellas.  

Con este nuevo conocimiento comprenderé también y reconoceré los estados de animo de aquel a quien tenga al lado. Tolerare su enojo y su irritación de hoy porque no sabe el secreto de dominar su mente. Puedo resistir sus saetas e insultos porque ahora se que mañana cambiara y será un gozo estar junto a el.

Hoy seré dueño de mis emociones.  

De aquí en adelante reconoceré e identificare el misterio de los estados de animo de toda la humanidad y en mi. Desde este momento estoy preparado para dominar cualquier tipo de personalidad que se despierta en mi todos los días. Dominare mis estados de animo mediante una acción positiva, y cuando haya dominado mis estados de animo, controlare mi destino.  

SERÉ DUEÑO DE MI MISMO, HOY CONTROLO MI DESTINO, SERÉ GRANDE.  

Del libro "El vendedor más grande del mundo" Edi. Grijalbo

El poder evocador de una sensación

EL PODER EVOCADOR DE UNA SENSACIÓN
 
 
Hacía ya muchos años que no existía para mi de Combray más que el escenario y el drama del momento de acostarme, cuando un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío me propuso que tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té. Primero dije que no, pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas de bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi enterior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que le causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor. Llenándose de una esencia preciosa: pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mi, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en mucho, y no debía de ser de la misma naturaleza. ¿ De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo?……
 
Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tila, los domingos por la mañana en Combray (porqué los domingos yo no salía hasta la hora de misa) cuando iba a darle los buenos días a su cuarto. Ver la magdalena no me había recordado nada, antes de que la probara, quizá porque, como había visto muchas, sin comerlas, en las pastelerías, su imagen se había separado de aquellos días de Combray para enlazarse a otros más recientes; ¡quizá porque de esos recuerdos por tanto tiempo abandonados fuera de la memoria, no sobrevive nada y todo se va disgregando!; las formas externas -también aquélla tan grasamente sensual de la concha, con sus dobleces severos y devotos-, adormecidas o anuladas, habían perdido la fuerza de expansión que las empujaba hasta la conciencia. Pero cuando nada subsiste y de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y más fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruínas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo.
 
En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tila que mi tía me daba(aunque todavía no había descubierto y tardaría mucho en averiguar el porqué ese recuerdo me daba tanta dicha), la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como una decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardín que detrás de la fábrica pincipal se había construido para mis padres, y en donde estaba ese truncado lienzo de casa que yo únicamente recordaba hasta entonces; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina y en todo tiempo, la plaza adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer recados, y los caminos que seguíamos cuando hacía buen tiempo. Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té.
 
MARCEL. PROUST
 
Por el camino de Swann